Bueno, para inaugurar mi blog Una vida de película he recuperado una historia que publiqué en Facebook hace un tiempo, pero es que Alfredo Sanzol se partió de risa y me dijo que le encantaba como escribía… permitídmelo 😉
Verano, interior/noche, sala de urgencias de un hospital.
Mi padre, Luis (Luisito para toda la humanidad y sobre todo para sus hermanas) lleva unos días con un ardor de esófago que no le deja vivir. La madrugada de un miércoles cuando ya se vuelve insoportable, raudos y veloces, mi madre y él deciden emprender el camino a…Urgencias.
Allí el George Clooney de turno, alto, corpulento, con esas canitas tan atractivas y su irresistible bata blanca a juego con los zuecos y el pijama, capaz de disparar la imaginación más calenturienta hasta en los momentos más difíciles, les recibe y desaparece con mi padre tras las puertas que separan el mundo, donde mi madre esperará durante horas, de esa sala reservada alos enfermos (en la que si no lo estás ya te pones malo seguro).
Al cabo de un rato George vuelve a aparecer: «Familiares de Luis«. Mi madre, tranquila, al fin y al cabo, son solo unos ardores, levanta la mano como el emoticono de whatsapp. George se acerca a ella y le pide que le acompañe, la lleva a una salita y cierra la puerta.
Con gesto serio dispara a mi madre a bocajarro: “Hemos encontrado algo raro en su marido, aún no sabemos lo que es, pero hay que realizarle un biopsia». Mi madre, solita y desconcertada, no puede asimilar la noticia, la salita de espera se convierte en la sala de la desesperación así que subidón de tensión al canto, 10/17 en dos segundos (récord), fibrila. George, cual héroe, le coge fuerte de la mano y llama a las enfermeras, la tumba en la camilla cargándola con sus propios brazos (cuando mi madre nos lo contó, nos conquistó a todas), agua, lorazepam p’arriba, lexatín p’abajo, nuestro Clooney particular le sopla, le da aire… Cuando mi madre consigue calmarse, George envalentonado como Superman tras un rescate sigue con la lista de noticias: «Ahora vamos a pasarla al box para que este junto a su marido y necesitamos que esté fuerte para calmarle, a lo mejor le nota distinto, es producto de la desorientación que le producen los medicamentos». Segunda bomba, menos mal que Chari ya está drogada hasta las orejas.
Se encaminan al box, George abre la cortinilla y una cabecita se incorpora en la camilla. Mi madre contiene la respiración nerviosa, lo mira fijamente unos segundos, estudia su cara con detenimiento y esfuerzo luchando contra el exceso de serotonina y oxitocina después de tanto lorazepam, lexatín y Rescue Remedy (que de esto siempre vamos surtiditos en la familia, por si acaso) y piensa: “efectivamente está muy cambiado”.
Chari –Oiga, ¡QUE ÉSTE NO ES MI MARIDO! – consigue decir con un hilo de voz.
Enfermo –Oiga, que ésta no es mi mujer.
Mientras dos boxes más allá, asoma otra cabecita, que para quien no conozca a mi padre, casi todos los que leéis esto, mis amigas le llaman Woody (no por ToyStory, sino por su asombroso parecido SOLAMENTE físico, que hay que aclararlo todo en estos tiempos, a Woody Allen)
Luis –¡¡¡Chariiiiiiiii!!!!
SuperGeorge, no sabía dónde meterse, sufrió un ataque de criptonita y quedó reducido a «Doc, un médico precoz» en un segundo… Había confundido los nombres y las historias…
Para dejaros tranquilos os aclaro que los síntomas de mi padre correspondían a una hernia de hiato. Al enfermo y a su familia, les deseo que todo quedara en un susto.
Y a ti, «George», mi madre recuerda tus brazos con mucho cariño 😉