Ella vivía cerca de casa de mis padres. Solíamos cruzarnos en la plaza de los columpios todos los mediodías, ella paseaba, yo volvía del colegio. Ninguna de las dos sabíamos que cuando empezaran a pasarme cosas en la vida ella se convertiría en parte de la banda sonora de mi vida, en una inspiración para crear personajes, en un referente como mujer.

Como actriz estoy acostumbrada a trabajar con las palabras de otro: de un personaje, de un guionista; pero ella con su música sabe tocar la tecla para disparar la emoción y colocarme dentro del universo oculto del personaje, hacerlo mío y poner un poquito más de mí en el trabajo. Canciones como 1000 pedazos o Cerrado sonaban en mi camerino antes de rodar algunas de las secuencias de la serie La Señora y 14 de abril. La República.

Para mí la admiración es un acto íntimo, sobre todo cuando crear es algo en común, pero con lenguajes diferentes, porque nace de algo que resuena dentro de mí y que en cierta medida me identifica con la persona a la que admiro; puede ser la curiosidad, la pasión o el sentido del humor. En este caso surge por saber crear imágenes con palabras, y encima bonitas, de las partes más contradictorias de la vida, porque me ha ayudado a identificarlas, y a darles espacio para dejarlas ir; por tener la capacidad de crear un camino propio para saciar sus inquietudes personales, por reinventarse. Ella que fue a la OTI, que tuvo en su banda a una parte importante de Sonic Youth y que cantó en el Primavera Sound. Todo junto y paso a paso.

Con su último disco se supera, no solo por el sonido, las letras y la elegancia que la han caracterizado siempre, sino por su eterna curiosidad y la confianza de tener un lugar que sabe que le pertenece por derecho propio, que se ha ganado con la sabiduría y la serenidad que da vivir la vida. Un camino abierto para todas las que vamos detrás

 

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