Todo empieza con el «síndrome del neopreno»: ese traje que tanto cuesta ponerse y que lo que te aprieta las carnes es proporcional a lo buenorra que te sientes cuando consigues ponértelo. Así, embutida, me dirijo a mi primera clase de surf.

Mientras corro por la playa de El Palmar hacia donde está el resto de grupo, me siento como Bo Derek en Una mujer 10.

La parte teórica, superada con nota: calentamiento, estiramientos, goofy, técnica para levantarme, normas básicas de seguridad, yeah 😉

Y llega el ansiado momento de entrar en el agua. Es entonces cuando ese gaditano salao que se presenta como mi monitor, el que está destinado previo pago de la clase a ser mi mejor amigo por unas horas, me dice: «el surf es como hacer el amor con el mar». Claro, si yo, que soy una rookie, me creo La Derek, imaginaos como veo a ese Adonis profesional en su traje… Con lo que pienso: ¡hoy, promete! Y me meto en el agua…¡de cabeza!

Adonis me invita a tumbarme, y me dejo llevar por él mar adentro, confiada, con el vaivén de las olas y sus brazos sujetando firmemente la tabla. De repente, Adonis da un giro de 180º, mi tabla y mi cuerpito incluidos, y me suelta: «¡esta es tu ola, cógela!» Pero, oye, ¿dónde quedan los preliminares: los cines, las cañas, los besos…???

Y me descubro haciendo todo lo que no debo hacer como en una primera cita: me agarro a los cantos de la tabla como si no hubiera un mañana, tiemblo, me desequilibro, grito, la tabla se clava, yo salgo despedida dando volteretas en el aire, otra ola me zarandea y trago agua hasta por las orejas.

Y esto, que puede parecer actividad de riesgo pues no lo es, es una actividad de ridículo máximo porque estoy a pocos metros de la orilla, donde el agua me llega a poco más de media pierna (importante, recordad que además de hipocondriaca, los hermanos Gasol no son de mi familia); así que termino con la cara contra la arena y el culo en pompa asomando por encima del agua cual boya pidiendo auxilio.

Conclusión: el mar sí que sabe dar buenos revolcones.

Y por supuesto, de Bo Derek nada, ¡Bridget Jones y da gracias!

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